Chile, un país tradicionalmente neoliberal, se ha ido convirtiendo en otro ejemplo donde tendencias de izquierda han ido ganando espacio de manera acelerada, tanto en aspectos políticos como económicos.
Mientras que el Partido Comunista de Chile logró duplicar su importancia en el Cámara de Diputados, con la elección de seis de sus miembros en el 2013, la República Popular China se convirtió en nuestro socio comercial más importante a partir del 2010.
Sin embargo, los comunistas chinos tienen una visión diferente a las de sus pares chilenos.
Mientras que los comunistas chilenos critican casi todo, especial y férreamente al sector privado, a la forma de organización económica, al concepto de propiedad, a la flexibilidad laboral, los Chinos, por otra parte, se han dado cuenta de que el comunismo, al menos el económico, no es un buen negocio.
Por el contrario, nuestros socios chinos llevan más de cuarenta años trabajando codo a codo con el sector privado, con una visión de beneficio conjunto y mutuo, de bien común en definitiva, que ha logrado como resultado la creación de más de 250 millones de trabajos durante estas últimas cuatro décadas y llegar a transformarse en la segunda economía más importante del planeta.
Colaborando y modificando sus posturas al tenor de las realidades que se viven a diario, los chinos no solo han podido crecer y crear trabajo en conjunto con el sector privado, sino que también han logrado alivianarse su carga de responsabilidad en esta tarea. Ejemplo de ello es que en 1978 el 99% de los puestos de trabajo eran estatales y en 2011 “solo” alcanzaba al 18%.
Los chilenos vemos con mucho interés la relación con China. En efecto, hace muy poco y en el contexto de la visita del premier Li Keqiang a Santiago, se firmaron dos importantes acuerdos. A saber: La eliminación de la doble tributación entre Chile y China y un intercambio de monedas entre nuestros bancos centrales (Currency Swap Agreement) que permitirá que en nuestro intercambio comercial y en materialización de inversiones reciprocas podamos entendernos en yuanes o en pesos, “olvidándonos” del dólar.
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